Biblioteca y Casa-Museo de Menéndez Pelayo
La
construcción del edificio surge a raíz de la desaparición de don
Marcelino en 1912, y la aceptación por el Ayuntamiento de su
magnífica colección de libros. En 1913, el municipio encarga la
traza del edificio a Leonardo Rucabado, quien da comienzo a las obras
en 1915 y realiza, sin duda, su obra más importante en la capital
cántabra. El arquitecto de Castro Urdiales llevó a cabo su trabajo
sobre el antiguo edificio que sirvió de biblioteca a don Marcelino,
respetando su perímetro y forma.
De
estilo historicista, en su versión nacionalista, con abundante
utilización de motivos herrerianos en la distribución de fachadas,
y en las decoraciones de pirámides y bolas. El municipio
santanderino construyó este edificio junto a la casa, respetando su
perímetro y forma, para albergar el extenso legado bibliográfico
del autor. Conserva la importante colección bibliográfica de
Menéndez Pelayo, donada a la ciudad de Santander por el escritor con
la condición de que siempre se mantuviera agrupado. Comprende más
de 42.000 volúmenes, muchos de ellos de gran valor, que incluyen 23
incunables y manuscritos muy valiosos de Quevedo, Lope de Vega y el
propio Menéndez Pelayo destacando la famosa Crónica Troyana, de
finales del siglo XIII-comienzos del XIV. Destacar que este conjunto
arquitectónico fue declarado Bien de Interés Cultural en 1982.
Destaca
en el exterior la fachada sur, de dos cuerpos. Desde el inferior,
arranca una escalera de doble tramo, que confluye en el segundo piso,
frente a la puerta principal, de arco rebajado a juego con los cuatro
ventanales que la flanquean. La puerta se remata con un cuerpo
superior, que posee un escudo de Santander.
El
interior de la Biblioteca se divide en tres naves rectangulares de
este a oeste. La central, más elevada, recibe la luz a través de
una gran vidriera, en cuyo centro se encuentra el escudo real. Otras
dos vidrieras iluminan las fachadas este y oeste. En la nave central
destaca una magnífica estantería de libros, realizada en roble y de
gusto neoclásico.
El
jardín de la Biblioteca aparece presidido por una estatua sedente de
Menéndez Pelayo, realizada en mármol blanco por Mariano Benlliure.
Detrás de ésta, una placa de mármol recoge las primeras palabras
del testamento de don Marcelino, en las que lega al Ayuntamiento su
biblioteca, y agradece a Santander "tantas muestras de
estimación y cariño durante toda mi vida".
La
muerte de Leonardo Rucabado en 1918 retrasó la inauguración de la
Biblioteca, que no tuvo lugar hasta 1923, asistiendo a la misma el
Rey Alfonso XIII.
Completa
el conjunto la que fuera casa de la familia Menéndez Pelayo, situada
frente a la fachada posterior de la Biblioteca. Es una construcción
de tipo afrancesado, realizada en 1876. En su interior pueden
contemplarse comedor y sala de estar en la planta baja y, en el piso
superior, el despacho de Enrique, hermano de don Marcelino, y la
habitación y cama en que murió éste.
El
padre de Marcelino Menéndez Pelayo adquirió la propiedad en pleno
apogeo del siglo XIX; el pabellón que está situado delante de la
casa lo construye su padre, Marcelino Menéndez Pintado, para ubicar
la Biblioteca de su hijo porque no cabían los libros en casa,
invadiendo hasta los enseres de la cocina. Marcelino Menéndez Pelayo
lo cedió a la ciudad de Santander y ésta, en agradecimiento,
construyó la actual, ampliándola. Ambas construcciones se hallan
en el centro de la ciudad, junto al Museo de Arte Moderno y
Contemporáneo (MAS), y a la Biblioteca Municipal.
La
Real Sociedad Menéndez Pelayo, RSMP, es la propietaria de la casa,
tras la desaparición de la familia, ubicándose sus despachos en la
antigua cocina y despensa; se creó en 1918 a iniciativa de los
admiradores del autor, y, actualmente, cuenta con ciento cinco
miembros. En la entrada de la casa hay un facsímil del acta de
creación de la Sociedad. En la Sociedad no sólo se editan obras
sobre el autor, sino también sobre disciplinas que cultivó el
mismo, siguiendo las normas de la ANECA, para que tengan el máximo
reconocimiento.
Unido
al nombre mencionar la Universidad Internacional Menéndez Pelayo,
UIMP cuyos cursos de español para extranjeros se convirtieron en sus
cimientos.
Un
dato histórico, en 1923 se crearon los Cursos de Verano de la
Sociedad Menéndez Pelayo siguiendo el ejemplo que en Madrid suponían
los del Centro de Estudios Históricos, como forma de extender
diversos aspectos de la cultura española entre los estudiantes de
otros países que llegaban cada verano a Santander para perfeccionar
el conocimiento de nuestro idioma.
El
siguiente paso sería constituir el patronato y de ahí, tras la
desaparición de la monarquía, el palacio de la Magdalena quedó a
disposición de la población y en agosto de 1932 se creó la
Universidad Internacional de Verano de Santander, que retomaba la
idea primitiva de los mencionados Cursos de Verano, proceso que
culmina con la creación de la UIMP en 1945.
La
institución “heredó el estilo de los cursos iniciales, ese
espíritu de colaboración y convivencia entre alumnos y profesores”.
Asimismo, las actividades de la Sociedad cuentan con el
reconocimiento de la UIMP, “materializadas en la Cátedra Menéndez
Pelayo”.
El
recorrido por las estancias donde respiró Don Marcelino descube
parte de los muebles y objetos que rodearon al escritor y satisface
la curiosidad de quienes los localizaban, como si fueran pedacitos de
su vida.
En
la Catedral de Santander se encuentra la tumba de Menéndez Pelayo
donde, con motivo del centenario de su nacimiento, fueron trasladados
los restos del montañés desde el cementerio de Ciriego, en
Santander. Al pie del sepulcro, se encuentra la siguiente leyenda
atribuida a don Marcelino: “¡Qué lástima tener que morir cuando
me quedaba tanto por leer!”.
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